Impulsar los derechos de la mujer y de la infancia permite avanzar a la humanidad.
Mejorar la educación de mujeres es fundamental para poder alcanzar la igualdad de género y la erradicación de la pobreza.
A menudo se da el caso en que un mejor nivel de educación no se traduce necesariamente en una mejor oportunidad de empleo. A pesar de que las mujeres superan a los hombres en la educación (datos del ATLAS MUNDIAL de Igualdad de Género en la Educación), todavía se enfrentan a importantes déficit y la discriminación en el mercado de trabajo, terminando en trabajos en los que no usan ninguna de sus habilidades.
Sin embargo, a pesar de que la educación no es el único factor de entrada en el empoderamiento de la mujer, es uno central.
Uno de los objetivos para el desarrollo del Milenio (UNICEF) es eliminar la disparidad entre los géneros en todos los niveles de la enseñanza y promover la autonomía de la mujer.
Las mujeres, como adultas sin escolarización, tienen menos posibilidades de expresar su opinión en los planos social y político, y de mantenerse económicamente a sí mismas. Los derechos de las mujeres y su acceso a la tierra, el crédito y la educación están limitados no sólo debido a la discriminación jurídica, sino a barreras más sutiles como su carga de trabajo y la falta de movilidad y de poder en el hogar y la comunidad, que les impiden aprovechar sus derechos jurídicos. Estos problemas afectan a sus hijos: las mujeres ganan solamente una décima parte de los ingresos mundiales y son propietarias de menos de un 1% de la propiedad, por lo que los hogares sin un hombre como cabeza de familia corren un mayor riesgo de empobrecimiento. También hay menos posibilidades de que estas mujeres lleven a vacunar a sus hijos y sepan cómo ayudarles a sobrevivir.
Los prejuicios de género menoscaban los derechos de la mujer en otras esferas. Si es preciso que alguien vaya a obtener agua o realice tareas domésticas en lugar de ir a la escuela, es muy probable que se escoja a la niña. Si alguien tiene que quedarse en casa para cuidar a los hermanos y hermanas más pequeños o a miembros enfermos de la familia, es más probable que sea la niña: las niñas tienen además más probabilidades de abandonar la escuela al comienzo de su adolescencia, a medida que se acerca la edad de casarse o debido al embarazo precoz.
Todos los estudios indican que educar a las niñas es la política individual más eficaz para incrementar la productividad económica general, reducir la maternidad infantil y, derivada de la maternidad, educar a la próxima generación, mejorar la nutrición y promover la salud.
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